26 mayo, 2014

RESEÑA/ X-MEN DÍAS DEL FUTURO PASADO

Por Rodrigo Vidal



Después de que Bryan Singer abandonara la franquicia de los Hombres X en pos de cierto superhéroe de capa y chones rojos –y arruinara dos sagas superheróicas en el proceso- la maldición que cayó sobre él fue tal que no había podido filmar una película decente en años (¿Recuerdan Operación Valquiria? ¿No, verdad?) y tuvo que ser su regreso de lleno al universo de los mutantes (ya había regresado desde Primera generación, pero únicamente como productor) el que demostrara que la magia sigue ahí. 



X-Men: Días del futuro pasado no sólo es un logro por ser lo que toda película de superhéroes debería ser: un dechado de acción, efectos especiales y fotografía que nos haga creer que los superpoderes pueden ser reales. Es un logro porque tiene una historia poderosa, profunda, redonda y excelentemente narrada, demostrando que el hecho de ser superhéroes no tiene nada que ver con que una película deba ser insulsa, infantiloide o vacua. De hecho, no existe ningún género cinematográfico donde las películas deban de ser así, aunque el conformismo de una gran sector del público le diga lo contrario a las productoras. 



En poco más de dos horas, Singer rehace una obra maestra clásica de los cómics de los Hombres X, donde el viaje en el tiempo no sólo es el vehículo para volver real lo imposible, es también la manera en que el director y el escritor pueden hablar del conflicto de la otredad a través de varias generaciones. Si bien este discurso es velado en la película, cobra relevancia con las escenas climáticas, donde en el discurso sobre el derecho a existir puede sustituirse la palabra mutante por negro, mujer, homosexual, emo o la que quieran. Sí, no es algo novedoso, el mismo Singer ya lo había hecho en su díptico mutante anterior, pero el peso social es algo que las demás franquicias comiqueras han olvidado por completo (y que, de hecho, las hace ver bastante taradas comparadas con esta). 



Singer logra una película para adultos, que puede ser disfrutada por niños y que a los adolescentes les encantará. No sólo es el manejo del ritmo lo que la hace una gran película, pues la tensión aumenta conforme avanza la historia, misma que se desenvuelve en dos tiempos distintos, uno lleno de acción y peleas y el otro más pausado pero con un desarrollo de personajes magistral, donde los héroes se convierten en villanos y viceversa. Súmenle que el director es capaz de sacar lo mejor de cada actor y su narrativa visual es tan importante como la hablada. Es simplemente una película impecablemente realizada, donde nada sobra y lo faltante son minucias en aras de tener un producto sólido.

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