07 enero, 2011

EL REY DE LOS MONOS (DEL CÓMIC)

Por Jorge Tovalín
En octubre de 2012, uno de los mayores íconos de la cultura pop, la máxima creación de Edgar Rice Burroughs, cumplirá su primer siglo de vida. Aprovechando que hoy se cumplen 82 años de su primera aparición en tiras cómicas (de la mano de Hal Foster), dedicamos estas líneas a Lord Greystoke, el mono blanco, mejor conocido como Tarzán.

Si bien no se encuentra actualmente en su época de mayor popularidad, si podemos decir que en los últimos diez años, el hombre natural de la cultura popular por excelencia no ha pasado desapercibido, al ser revisitado en más de una ocasión, ya sea al puro estilo Disney, mediante alguna serie televisiva con actores o en el mundo de las viñetas, donde Tarzán sigue teniendo presencia (eso sí, un tanto intermitente).

Inspirado por El libro de las tierras vírgenes de Rudyard Kipling, así como por el Emilio de Rousseau, Tarzán de los monos fue el primer cuento que Burroughs (nacido el primero de septiembre de 1875 en Chicago) escribió sobre un pequeño huérfano que sería criado como un igual por un hatajo de simios, tras sufrir la muerte de sus padres biológicos, mientras se encontraban varados en una pequeña isla africana. Al crecer, ese niño se volvería el rey de los monos y a la vez un ejemplo del colonizador perfecto, viviendo innumerables aventuras a través de los distintos medios de comunicación, junto a su elefante Tantor, el chimpancé Chita (no, no era hembra) y su esposa Jane.

Publicado por la revista All Story Magazine en octubre de 1912, a este primer cuento le siguió otro llamado El regreso de Tarzán, que sirvió de preámbulo a la primera novela del héroe, titulada (de nueva cuenta) Tarzán de los monos, la cual sería publicada en 1914 por A.C. McClurg & Co. Al final de sus días, Burroughs sumaría un total de veintiséis novelas del Universo Tarzán, nada mal para una persona que antes de darle al clavo había tenido que desempeñarse como vendedor ambulante, ferrocarrilero, empleado de tienda, arriero, minero, contador y fabricante de baterías.

Tan sólo cuatro años después de la aparición de la primera novela, el hombre del taparrabo llegaría a la pantalla grande, donde inició una muy larga carrera, siendo interpretado por actores como Elmo Lincoln, Buster Crabbe (quien también había dado vida a héroes del comic-strip como Buck Rogers y Flash Gordon) o el medallista olímpico Johnny Weissmuller.



Éste último era un extraordinario nadador y creador del famoso grito que identifica al personaje (inspirado en los cantos tiroleses), quien ha permanecido como el más famoso Tarzán de carne y hueso (no por nada aparece junto a Ringo Starr y Paul McCartney en la portada del Sargent Pepper’s Lonely Hearts Club Band). Los cinéfilos recordarán que Weissmuller pasó sus últimos años en Acapulco.

En 1929, Tarzán llegó a terrenos del cómic, más precisamente al comic-strip, donde dibujantes como Harold Foster (El Príncipe Valiente) y Burne Hogarth destacaron al ilustrarlo con su fabuloso arte.

Años más tarde, el legendario dibujante Joe Kubert se encargó de entregar probablemente la versión definitiva del personaje en el formato del cómic, ya lejos de las páginas de los periódicos. La versión del maestro Kubert llegó a México mediante Editorial Novaro en la década de los 70.

Como dato curioso, en 1939, aprovechando la fama del personaje, su creador (que de forma inteligente retuvo los derechos de sus novelas, y registró a Tarzán como marca registrada) decidió crear una organización que rivalizaría con los Boy-Scouts: el Tarzan Clan of America, mismo que resultó un fracaso debido al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Otro dato extraño sería la existencia de dos poblaciones norteamericanas que en los años de bonanza del personaje pidieron ser rebautizadas como Tarzana en honor al hombre mono: una de ellas situada en Texas y la otra en la región adyacente al rancho de Burroughs, en tierras californianas.
El éxito de Tarzán permitió a su creador pilotear su propio avión, montar a caballo por horas, así como practicar tenis y golf, eso sí, dedicando cuatro horas al día a crear las historias de su benefactor ficticio, mismas que dictaba a una grabadora. Pero más importante que eso, pudo escapar de la pobreza y vivir una especie de vida alterna, mediante su otro yo, que le permitió a Burroughs ser el hombre que jamás habría podido ser.

Tras pasar los últimos años de su vida en un estado de salud lamentable, enfermo de arterioesclerosis y mal de Parkinson, Burroughs murió de un ataque al corazón el 19 de marzo de 1950, dejando huérfano de nueva cuenta al primogénito de los Greystoke.

*Para aquellos realmente interesados en este personaje, les recomiendo ampliamente busquen el libro Tarzán, el hombre mito, de Irene Herner Reiss, experta en arte y también coautora de Mitos y Monitos, a quien afortunadamente tuve como asesora de tesis en la UNAM. El libro está descatalogado, pero con un poco de suerte lo pueden hallar en librerías de viejo. Se trata de una joyita.

1 comentario:

M. Procyonidae dijo...

Mi abuelo conservaba en fotocopias algunos de los dibujos de Foster, son bellísimos!!!
Y a quien le haya gustado Tarzán, tampoco debe perderse las sagas del espacio de Burrougs, como Perdidos en Venus o los Dioses de Marte